jueves, 9 de septiembre de 2010

Llamenla una santa o un pecadora, nunca ha intentando más que hoy.

Cuando salió del alto edificio por una de las puertas grandes junto con una buena parte de sus compañeros, enseguida se dirigió al semáforo menos ocupado y buscó la vía más rápido para llegar a un espacio verde. Allí se sentó, estiró las piernas y se dejó caer en el húmedo pasto.

Puesto a que el tiempo no se debía perder, que tan dinero era como se decía, ya llegó un punto donde su espalda necesitaba liberarse de la tensión. Cura como ninguna, el aire suave logró descansarla un poco más.

Muchos decían que era el talento lo que la mantenía superior, y nadie noto el dolor en su mano derecha después de duras horas. Hablaban como si fuera costumbre verla, cuando solo ella puede nombrar las horas de insomnio.

Años atrás nunca le habrían dicho que era imposible pero no cesarán con los dichos de cambio. Se puede decir que nadie creería en ella. Automáticamente todo cambió al igual que las fechas. Se puede decir que se empezó a notar cuanto convenía.

A veces piensa que el mundo era egoista. Sin embargo, nunca dejó de intentar.

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